07 septiembre 2011

Alicia en el país de las aguas, por Jorge Luis Peña Reyes

Para ser una isla, pocas veces el mar es referente en la literatura nacional. No obstante, existen piezas en la que el contexto marino se convierte en principal escenario de creación.
Puerto Padre no escapa del fenómeno, aunque en años recientes la literatura infantil se ha encargado de recrear ambientes salobres en los que, peces, pulpos y caballos de mar dialogan con los más pequeños de la casa.

Cosicosas de mar de Pablo del Río, Barca de luces de Margarita Padrón, Juegos de tierra y mar, de Reina Esperanza Cruz, Los sueños entre las olas de Miguel Navarro y Vuelo Crecido de mi autoría, excepto el último, todos publicados por la editorial Sanlope, tienen el mar como principal contexto creativo.

Otro libro que se inscribe en la nómina es Tin Marín Cascabelero, la segunda entrega de la autora villazulina Alicia Batista Piñón, maestra de oficio y con el don de fusionar lirismo y humor proveniente de las mejores tradiciones del género.

En el tejar de la noche
 la luna es inmenso gato
Por eso es que el sol se esconde
como un ratón asustado.

Más que divertimento, los animales del fondo son pretextos para encarnar preocupaciones de la Cuba de hoy. Se registra Alicia de ese modo en lo que llamó el crítico cubano Omar Felipe Mauri la etapa de universalización, en la que los autores recontextualizan clásicos personajes de la literatura infantil con el sentido de proponer nuevos universos.

A un camarón colorado
 la barracuda imprudente
 mordió y !crack!, lo inesperado:
se le rompieron los dientes.
Por atrevida, por brava,
por morder con tanto apuro
no advirtió que se trataba
del Camaroncito duro.

La poética finisecular para niños y jóvenes en Cuba, asume formas estróficas definidas que luego sus autores intentan transgredirlas o enriquecerlas. El verso octosilábico es el más recurrido en cuanto a los metros empleados.
También en la autora puertopadrense la décima, el romance son las formas estróficas más utilizadas. Es interesante apuntar que en el intento de una liberación estética se asuma la décima como una opción a pesar de su cerrada estructura formal.
La manera de enfrentar el lirismo para los pequeños no es el paisajismo contemplativo ni el minimalismo a ultranza. Los animales son un pretexto para encarar preocupaciones éticas y sociales.

Inicia desde la década de los noventa la preocupación de hilvanar los libros a partir de conceptos bien establecidos, los volúmenes como éste, no son atados de poemas, son obedientes a una historia que a modo de prólogo traza los caminos de la lectura.

La literatura infantil cubana se ha encargado
 de recrear ambientes marinos en los últimos años.

Conocedora del arte de la rima, componente musical imprescindible de quien se acerque mediante la poesía a los niños, Batista Pinón muestra un abanico de posibilidades en el artificio que supone la construcción del verso. La décima es aliada, sin embargo se hace acompañar del romancillo, la cuarteta, la octavilla, y otras estructuras poéticas, a fin de brindarle al volumen ritmo y amenidad.

El trabajo con el humor es el principal vehículo de Alicia a lo largo del libro, además del lazo comunicativo, fundamental en los buenos libros para niños, la autora aprovecha el matrimonio indisoluble entre gracejo popular y octosílabo:

Qué tamaña pataleta
hubo entre rollos y lazos
cuando el pulpo se enredó
 sin querer con los sargazos.

La interacción a través de la adivinanza, rara avis en el contexto poético cubano, es un hecho en Tin Marín cascabelero, en ella Alicia no duda en echar el pan sobre las aguas, a modo de pista y compromiso con un lector que hojeará el cuaderno hasta el final sin necesitar períodos de reposo.

Alicia deja tanto epígrafes como estima necesario en este libro cofre o de las mil puertas, donde resulta imprescindible pronunciar su singular Ábrete sésamo, sugerido desde el principio, como elemento que redunda en la organicidad del volumen y enfatiza en el cariz lúdico de su pluma.

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